El nombre con el
que normalmente nombramos al Padre de Todo es Odín. Odín representa muchas cosas,
tiene muchos nombres y expresa muchos aspectos de nuestro inconsciente. La
palabra Ódhr (inspiración) de la que
deriva su nombre, nos da una clara pista sobre el significado profundo que
tiene Odín como chamán, como sabio, como Thulr Supremo y como dios de la magia
y las runas. Cuando meditamos, cuando accedemos a un estado de consciencia más
elevado, es con Odín con quien hablamos, lo cual es como hablar con nosotros
mismos y nuestra propia inspiración. Conocernos a nosotros mismos, profundizar
en nuestro Yo, nos acerca al Padre de Todo. Una buena manera de acceder al
conocimiento, a la sabiduría, en primer lugar, es centrarnos en nosotros
mismos. Es en ese estado de tranquilidad, de meditación, de relajación, cuando
nos centramos en nosotros mismos y buscamos en nuestro interior, cuando podemos
tomar contacto con Odín. Eso es más útil que rezar en el sentido en el que
estamos acostumbrados, de elevar plegarias. Preguntarle a Odín es preguntarnos
a nosotros mismos, no centrarnos en los demás, sino pensar en cómo debemos
actuar, en qué haría Odín en nuestro lugar. El Hávamal es una gran ayuda para
entender este tipo de cuestiones y nos dice cómo el Padre obtiene las runas:
Sé que pendí nueve noches enteras
del árbol que mece el viento;
herido de lanza y a Odín ofrecido
‐yo mismo ofrecido a mí mismo‐
del árbol colgué del que nadie sabe
el origen de sus raíces.
HAVAMAL, 138
Sin embargo hoy voy
a nombrar al Padre de Todo con otro de los nombres más habituales con el que
siempre se le ha llamado, Wotan. Wotan, que deriva de Woþanaz, es decir, Furioso. Es el nombre más común que se
le daba en la Antigüedad a esta divinidad en Germania, como dios de la guerra,
de los guerreros en trance en el llamado furor
teutónico que en época vikinga se llamó berserkergang.
Precisamente este es el nombre que usa Carl Gustav Jung en su ensayo Wotan de 1936, que recientemente he
tenido la oportunidad de leer y me ha parecido tremendamente enriquecedor. Jung
entiende a los dioses como una expresión del inconsciente colectivo del pueblo
que les rinde culto, concretamente Wotan sería la expresión del furor guerrero.
La Decadencia Material de Europa
El Pueblo
Europeo ha ido experimentando una lenta decadencia en los últimos 5000 años,
decadencia que se ha puesto más de manifiesto y se ha acelerado cada vez más
cuanto más cerca del momento presente nos situemos. En un primer momento fue
una decadencia social, los vínculos familiares y tribales entraron en
decadencia con la aparición del Estado. Desde que existe el Estado, los
europeos que hemos vivido baja su yugo hemos pasado a ser ciudadanos del Estado y esa lealtad al Estado como institución ha
intentado sustituir a la lealtad natural que tenemos con nuestra sangre,
nuestro clan, nuestra tribu y nuestra comunidad popular. Como ciudadanos del
Estado somos individuos, tenemos libertad individual, al menos en teoría, pero
lo cierto es que la sociedad estatal nos ha ido desarraigando cada vez más de
nuestros vínculos familiares.
El Estado, en el
plano espiritual, también sustituyó la espiritualidad natural por una religión
institucional, con una casta sacerdotal, tendente al dogmatismo. Las
estructuras religiosas fuertemente jerarquizadas son propias de una sociedad
estatal en la que los sacerdotes son los que legitiman al poder político,
mientras que las religiones tribales son mucho menos rígidas y el sacerdote es
una suerte de erudito o estudioso de la tradición, que tiene una autoridad
moral sobre la Comunidad.
El Estado
representa pues la decadencia de la Comunidad. En el caso de Europa esta
decadencia se dio primero en Grecia, durante las culturas minoica y micénica.
Sin embargo colapsó en lo que llamamos la Edad Oscura de la Historia de Grecia,
cuando los pueblos dorios, de origen celta, invadieron Grecia y el resultado de
esta invasión fue la caída del Estado y la aparición de la polis, la Comunidad, así como de la cultura helénica, cuna de
Europa. Las poleis fueron degenerando
hasta convertirse en Estados y finalmente establecerse el Imperio de Alejandro
Magno y el helenismo, que no es otra cosa que la degeneración de la cultura
helénica europea, mezclada con elementos orientales y, en última instancia, el
final de los griegos como civilización.
En Roma ocurrió
algo similar. El pueblo romano entró en decadencia cuando la República llega a
su fin y el Imperio será una consagración de esa decadencia, pese a tener
periodos de esplendor o de expansión, en tanto en cuanto se convirtió en
universal. Cualquier Imperio tiene inevitablemente la idea de universalidad en
su ADN desde el momento de nacer y a la decadencia moral y espiritual que
sufrió la civilización romana, las causas económicas y las luchas por el poder,
hay que añadir la crisis de identidad y la desvirtuación cultural cuando se
generaliza la ciudadanía en todo el Imperio y se considera romano tanto a un númida norteafricano, como a un celta o un
griego. Así pues Roma dejó de existir como civilización como le había ocurrido
a Grecia, al establecer un Imperio.
La Decadencia Religiosa
La pérdida de
las libertades políticas en favor de la tiranía, la decadencia cultural o la
crisis moral fueron algunos de los aspectos en los que el universalismo
imperial provocó la decadencia de Grecia y Roma y, posteriormente, de todos los
pueblos europeos cuando estos sustituyeron su organización tribal tradicional
por una sociedad estatal. Pero otro aspecto fundamental en el que esta
decadencia se puso de manifiesto fue la decadencia religiosa. La espiritualidad
es la base de la sociedad, sin espiritualidad una persona está perdida, por lo
que socavar la espiritualidad de los pueblos es el primer paso para
destruirlos.
El culto al
Divino Augusto en los primeros tiempos del Imperio Romano fueron una
manifestación de la adoración al Estado, encarnado en el príncipe, que venía a
sustituir los vínculos familiares y tribales. De esta forma uno podía ser galo,
ibero, germano, britano, númida, egipcio, griego… pero frente a esa vinculación
natural con el propio pueblo y con los lazos de sangre, preponderaba el hecho
de que se estaba bajo el imperium de
Roma y su César, que adquiría así un papel más propio del despotismo oriental y
de una teocracia que de un caudillo europeo tradicional.
El siguiente
paso fue una tendencia al monoteísmo cada vez mayor. Se intentó establecer
primero la monolatría (existen varios dioses pero sólo uno es merecedor de
culto) con el César, convertido en un semidiós, así como un culto al dios solar
Helios que se relacionaba con el culto solar a Atón en Egipto o a Mitra en
Persia. Muchas religiones y corrientes culturales procedentes de Oriente se
implantaron en Roma, entre ellas el judaísmo, que ya era una religión
plenamente monoteísta. Había comunidades judías en todo el Imperio y una de las
sectas judías que existía a principios de la Era Común era la de los nazarenos que, tiempo después, serían
llamados cristianos.
El cristianismo
fue una elaboración producida por Pablo de Tarso, que convirtió una secta
judía, la de los seguidores de Jesús de Nazaret o nazarenos, en una filosofía al estilo griego que adoptó elementos
del neoplatonismo y del estoicismo, pasando el Mesías a ser considerado Cristo,
ungido por Dios, asociado a la figura de los semidioses como Hércules. Aunque
el cristianismo en principio fue perseguido, finalmente fue adoptado como
religión oficial del Estado y adoptó las formas y la liturgia romana. Frente a
las religiones étnicas o gentiles, el
Imperio estableció una religión católica,
es decir, universal. A pesar de ello, el inconsciente colectivo de los europeos
siguió siendo el mismo y la concepción el arte también, por lo que se
representó a los cristos, las vírgenes o los santos del mismo modo que se había
representado durante siglos a los viejos dioses.
Decadencia de la Cristiandad
Del mismo modo
que el inconsciente colectivo europeo siguió expresándose en el arte, pese a
ser un arte formalmente cristiano, la cultura grecolatina no se perdió pese a
la caída del Imperio y siguió existiendo en los monasterios en medio del caos.
Los Reinos germánicos fueron una expresión de Wotan, como dios errante y
viajero, que como una expresión de vigor impulsó a las tribus germánicas a
establecerse en un Imperio decadente y devastado para hacer resurgir con el
tiempo la cultura europea. Los llamados “siglos oscuros” de la Edad Media
fueron sin embargo los siglos del románico y del gótico, de la aparición de las
universidades y de un lento pero imparable resurgir de la espiritualidad pagana
anterior al cristianismo.
Sin embargo la
idea universal del Imperio, pese a la caída de Roma, siguió estando presente.
Las Iglesias católica y ortodoxa fueron las sucesoras espirituales del Imperio
Romano y el Sacro Imperio Romano-Germánico y el Imperio Bizantino los sucesores
políticos. El resultado de todo esto fue la Cristiandad medieval. Pero bajo ese
paraguas universalista y cristiano, la cultura europea se configuró en el
embrión de las modernas naciones, mientras que en la otra orilla del
Mediterráneo se establecía el Califato islámico. Europa occidental, de raíz
celta, latinizada por Roma y germanizada por godos, suevos, burgundios,
sajones, francos, lombardos… y Europa oriental, de raíz eslava y báltica,
helenizada por la Iglesia ortodoxa y germanizada por los vikingos. La
pretendida unidad espiritual de la Cristiandad, en realidad, no era sino una
unidad de sangre de los pueblos europeos, totalmente contraria al espíritu
universalista cristiano.
Sin embargo la
Cristiandad también comenzó a decaer. El paganismo nunca llegó a desaparecer
del todo, aunque fuese demonizado y considerado satánico por la Iglesia. La
autoridad dogmática de Roma no pudo frenar que la espiritualidad europea
siguiese viva y que la vieja religión perviviese en el folclore y en el
inconsciente europeo, como tampoco pudo hacer frente a las numerosas herejías
medievales y finalmente al protestantismo. La Reforma de Lutero y
posteriormente de Calvino supuso el final de la unidad cristiana y la
Cristiandad, iniciando una decadencia que no ha se ha detenido.
Ideologías Salvíficas Herederas del Cristianismo
La decadencia de
la Cristiandad ha sido imparable desde la Reforma y actualmente el cristianismo
es tan sólo una fachada, algo formal en la espiritualidad europea. Como Nietzsche
dijo en el siglo XIX, Dios ha muerto.
Pero las ideologías salvíficas sucedieron al cristianismo, primero el liberalismo
y posteriormente el marxismo. El liberalismo, a través de la masonería, socavó los
cimientos de la Cristiandad para establecer el culto al egoísmo, a la nación
deificada en lugar de a Dios, al individualismo absoluto y al Estado nacional.
Las tres grandes monarquías de la Modernidad fueron, de este modo, destruidas
por el liberalismo. Primero con la llamada Revolución Gloriosa en Inglaterra y
más tarde la Revolución Americana que acabó con el Imperio Británico, dejando
en su lugar un Estado al servicio de unas cuantas familias oligárquicas de
banqueros usureros. Más tarde, la Revolución Francesa acabó con la Monarquía
tradicional en Francia y estableció una República y posteriormente un Imperio
que expandió el liberalismo por todo el continente. En tercer lugar, las
independencias de la América española supusieron el final del Imperio Español y
de la Monarquía Católica, que siguió existiendo pero como una entelequia sin
ningún poder y derivando hacia una Monarquía liberal con Isabel II.
Durante el siglo
XIX el Estado liberal se asentó y el capitalismo industrial destrozó poco a
poco toda la sociedad tradicional campesina europea y sus viejos valores. Con
la I Guerra Mundial las tres grandes monarquías que quedaban en Europa, el
káiser alemán, el Emperador de Austria y el Zar de Rusia, fueron barridas en
pos del liberalismo, como también lo hizo el Imperio Otomano, sucesor del
Califato en el mundo musulmán. Con la II Guerra Mundial las élites europeas
fueron eliminadas y Europa quedó totalmente asolada y destruida. Este largo
proceso ha fortalecido a las mismas oligarquías en todo el mundo y tras el
final de la Guerra Fría ha supuesto la entrada del capitalismo en su fase
global, la Globalización, que pretende definitivamente borrar la identidad
étnica y establecer una cultura única para todo el planeta.
El Resurgir de Wotan
Tras los últimos
convulsos siglos nos encontramos hoy una Europa deshecha, decadente, sin rumbo
y perdida en medio de un mar multicultural y global que pretende destruirnos
como pueblo. Los europeos han perdido su arraigo cultural, su conciencia étnica
y su cultura… pero no han perdido su alma y su inconsciente colectivo sigue
siendo el mismo. Vivimos en una sociedad de fachada cristiana, marxista en lo
cultural y liberal en lo económico, pero seguimos siendo europeos y seguimos
vivos como pueblo.
El vigor europeo
volverá a resurgir cuando todo se desplome a nuestro alrededor, debemos tener
una fe fuerte y un firme sentimiento de identidad como pueblo y amor a nuestra
cultura. Del mismo modo que con el establecimiento de los Reinos germánicos,
con la Reconquista en España, con el Romanticismo del siglo XIX o con el
convulso periodo de entreguerras del siglo XX en el que afloraron todo tipo de
movimientos; el vigor y el furor europeo que Wotan representa en nuestro inconsciente
volverá a la vida. A veces es necesario que el caos arrase con todo para que la
naturaleza se pueda regenerar y nacer de nuevo. Europa volverá a nacer de
nuevo, nuestra cultura volverá a resurgir y Wotan ensillará a Sleipnir y
emergerá de los bosques para guiar a la cacería salvaje y liderarnos en esta
empresa. Nuestra fe ha de ser fuerte, Él está con nosotros, dentro de nosotros,
en nuestro inconsciente, en nuestro espíritu guerrero y nos da fuerzas para
sobrevivir.
